Quedamos a las 7:00 de la mañana enfrente del hotel para empezar lo que sería una semana sorprendente. Aunque nuestra primera sorpresa fue que el coche con el que íbamos hacer el safari era un Suzuki Vitara (tengo que decir que mi opinión sobre este coche ha cambiado mucho después del viaje). Tardamos unas dos hora en salir de Dar, ya que tuvimos que hacer un par de compras y salir de la caótica ciudad. Una vez fuera todo empezó a sorprendernos. Los primeros kilómetros fueron de carretera asfaltada, la cual ya no volveríamos a ver en 3 días de caminos polvorientos.
La carretera era un hervidero de gente, era como si fuese rebajas y estuviéramos en la calle Preciados de Madrid…pronto nos desviamos para coger una carretera secundaria, comimos en un poblado , creo recordar que fue pollo y arroz y unas patatas, no me cuesta mucho recordar las comidas pues el menú se repetiría durante las dos semanas siguientes.
A partir de ese momento fue como si entrásemos de lleno en un documental de África …
Los caminos estaban llenos de gente portando bidones de agua o alimentos en la cabeza, algunos afortunados contaban con una bicicleta con la que podían cargar grandes cantidades de carbón, caña de azúcar, plátanos, botes de gasolina... cualquier cosa que pudiesen vender en el poblado siguiente... El salpiqueo de gente era continuo y el de poblados que rodeaba al camino en los cuales siempre podías encontrar varios locales de venta de fruta, bares y talleres. Todo esto pasaba por delante de nuestros ojos acompañado de una música africana que sonaba en el radiocasete del coche, como ya os he dicho parecíamos estar dentro de un documental. Al ritmo de la música y sorprendidos por todo aquello que entraba por nuestros ojos llegamos al Coto Selous.
Los caminos estaban llenos de gente portando bidones de agua o alimentos en la cabeza, algunos afortunados contaban con una bicicleta con la que podían cargar grandes cantidades de carbón, caña de azúcar, plátanos, botes de gasolina... cualquier cosa que pudiesen vender en el poblado siguiente... El salpiqueo de gente era continuo y el de poblados que rodeaba al camino en los cuales siempre podías encontrar varios locales de venta de fruta, bares y talleres. Todo esto pasaba por delante de nuestros ojos acompañado de una música africana que sonaba en el radiocasete del coche, como ya os he dicho parecíamos estar dentro de un documental. Al ritmo de la música y sorprendidos por todo aquello que entraba por nuestros ojos llegamos al Coto Selous.