El 8 de julio nos levantábamos temprano para hacer los más de 300 km. que separan las ciudades de Morogoro e Iringa, además de superar los más de 2.000 metros de altitud que tiene la ciudad de Iringa y el Parque Nacional de Ruaha, la carretera es asfaltada y los kilómetros pasan rápido, te tienes que acostumbrar a su manera de conducir y al tráfico pesado que une Tanzania con Zambia, adelantamientos que ponen a prueba los nervios del más templado y al sonido del claxon constante, ya que hay muchos peatones circulando por ambos lados de la carretera.
El primer contratiempo fueron unas obras llegando a Iringa, unos 45 minutos esperando a que nos dieran paso, eso sí, no pasaban coches y camiones en sentido contrario y nada más bajarnos del Vitara, unas decenas de vendedores con agua, plátano frito y todo tipo de frutas nos asaltaron, creo recordar que compramos algo de plátano frito y agua fresca, y nos detuvimos a contemplar el paisaje.
Al llegar a Iringa, una ciudad en una colina, con cierta estructura a ciudad importante nos fuimos a comer a un restaurante al lado de la estación de Dallas-dallas, en mitad de la comida el sonido de una gallina cuando sabe que le van a cortar el cuello y el silencio absoluto después, posiblemente era nuestra comida, Amos, el guía se marchó a comprar algo de provisiones y allí fue la primera vez que nos pudimos conectar a internet, Amos se quedó comiendo y tuvimos unos 30 minutos para decir donde estábamos y cómo nos estaban yendo estos primeros días en tierras tanzanas.
Esta decisión nos constaría, quizás el único contratiempo en toda nuestra estancia en Tanzania, con la empresa Horton Safaris habíamos contratado unas bandas dentro del parque (cabañas de techo de paja), donde poder escuchar los animales y la vida nocturna de Ruaha, al salir de Iringa y faltando 30 km. a la puerta del parque, Amos nos comentó que deberíamos dormir fuera, en un hotel en Msembe, por nuestra parte no hubo problemas, esperando que el segundo día, durmiéramos dentro de Ruaha y sobre todo, la última mañana pudiéramos amanecer allí y tener la última oportunidad de contemplar la vida salvaje en un P.N. de Tanzania, al final tampoco pudo ser y la última tarde tuvimos que hablar con “Don King”, el dueño de la empresa de safaris, y aunque el hotel donde nos alojaban era más caro que las bandas y posiblemente mejor, nosotros nos perdíamos un anochecer y un amanecer dentro de Ruaha.
Nada más llegar a Msembe, nos fuimos a andar a una antena de móviles cercana, desde allí vimos uno de los atardeceres más bonitos de nuestra estancia en Tanzania, Blas se subió a un baobab y nosotros echábamos algunas fotos a esa planicie con las montañas al fondo, charlamos de el lugar donde estábamos y del destino, lo que a veces es un disgusto, como era no dormir dentro del parque se transforma en una suerte, por la noche estuvimos saludando a un Masai que pasó por la puerta del campamento donde estaba nuestra cabaña, Blas se subía constantemente a cualquier árbol que veía y así pronto, llegó la hora de irnos a dormir.
El 9 de julio, nos levantamos temprano para pagar las tasas dentro del parque y estar todo el día dentro del todoterreno viendo la diferente fauna y flora del P.N. de Ruaha, nada más pasar el río Gran Runha te da la bienvenida, un enorme puente te permite divisar el río con grupos de hipopótamos y cocodrilos, un par de veces estuvimos a punto de ver el ataque de un cocodrilo a un antílope y a un pato que imprudentemente se acercaban a la orilla.
La primera imagen del parque de Ruaha llama la atención, antes has visto fotografías de grupos de leones cruzando el río, pero esa imagen de rocas, palmeras y animales en armonía hace que te bajes del todoterreno y contemples el paisaje.
Pero seguramente que el momento más crítico sin saberlo fue cuando Omar y Blas se dispusieron a caminar por el puente, llegaron al final del mismo y sin ser conscientes de lo que estaba al acecho a pocos metros de allí contemplaban la belleza de Ruaha , todos regresamos al Vitara y al cruzar el puente de nuevo, ya dentro del todoterreno, un león y un par de leonas estaban vigilantes en la pequeña colina que da al mirador, Amos nos aviso del peligro y un grupo de turistas americanos estaban en mitad del puente donde antes habíamos estado nosotros, corrían un grave peligro como lo habíamos corrido nosotros, retrocedimos y les avisamos que se subieran a sus todoterrenos, Blas temblaba sólo de pensar lo cerca que había estado de ellos pocos minutos antes, Omar si tenía ánimos para fotografiarlos, pero creo que Blas sólo pensaba en lo cerca que había estado de estos animales con una musculatura prodigiosa, y además cuando los escuchas rugir, sabes que no son simples gatitos.
Después del susto, fuimos por los márgenes del río, un gran antílope macho nos dio la bienvenida, más tarde grandes grupos de elefantes bebiendo agua o algún hipopótamo fuera del río, gran cantidad de gacelas e impalas por todos lados, algunas jirafas y algún león durmiendo debajo de algún arbusto.
A la hora de comer nos fuimos a una zona reservada para hacerlo, estos días, Amos preparaba un picnic y comíamos al lado del río, siempre piensas que es un lugar seguro, que no corres ningún peligro, algunas fotos de recuerdo y entre tanto, allí estábamos con un grupo de italianos de la empresa africaventure, con un camión increíble y todos los medios para ser autosuficientes.
Por la tarde nos fuimos en busca del leopardo, no hubo suerte, además fuimos por zonas donde el río estaba seco, grupos de elefantes cavaban en la tierra en busca de agua y babuinos tomaban el sol en el cauce seco.
Un par de horas buscando a algún leopardo subido en la copa de un árbol, caminabamos lentamente, pero no pudimos ver la imagen que ibamos buscando, algún león echado a la siesta y poco más, al final te acostumbras a ver grupos de herbívoros por todas partes y buscas a los depredadores, cuando muchas veces la imagen más impactante está cuando menos te lo esperas, como esa imagen de los baobabs o ese atardecer en cualquier colina.
Al lado del cauce seco del río, grupos de babuinos tomando el sol, sentados con la tranquilidad del que sabe y está adaptado al medio donde vive, mientras nosotros estabamos achicharrados por el sol africano.
Llegó la tarde y tuvimos que aclarar por qué no dormíamos otra vez dentro del parque y dos o tres horas más recorriendo muy lentos los caminos de Ruaha, fue una pequeña decepción no poder amanecer en Ruaha, pero no todo puede salir como nosotros hubiéramos querido, pero al final regresábamos al hotel a las 19.00 horas y Omar conocía al “mayor” de la localidad: “Omar, my friend”, fue una de las frases más repetidas esa noche, unas cervezas y algunas risas antes de irnos a la cama.
El 10 de julio, comenzaba nuestra aventura en solitario por tierras tanzanas, antes de llegar a Iringa se averió el Vitara, una fuga de aceite, le quitaron la pieza, un empalme y mientras tanto, algunos de nosotros helados de frío, los niños se reían al vernos y antes ya habíamos decidido que no iríamos al lago Tanganica, por barco eran tres días de travesía, por carretera era peligroso subir hasta Kigoma, ya que se habían producido algunos atracos por aquella zona, tampoco sabíamos si el tren llegaba a Mbeya, por lo que decidimos ir a Mikumi y desde allí ir al Parque Nacional de los Montes Udzungwa y una vez allí, ya veríamos si nos íbamos a Mbeya o subíamos por Dodoma al Lago Victoria.