MWANZA

El 16 de julio comenzaba muy temprano, a las 5.45 sonaba el despertador para coger el autobús hacia el lago Victoria, salía a las 7.00 de la mañana y comenzaba el embarque a las 6.30, en algunas cosas tienen una mejor organización que nosotros, dudábamos que saliese en hora pero sabíamos que iba lleno, ya que el día anterior sólo quedaban dos plazas cuando nosotros pagamos las nuestras; por lo que preparamos las mochilas y nos fuimos andando para la estación de autobuses de Dodoma cuando todavía era de noche, al llegar el habitual bullicio y una vez que saben que tienes reservado plazas, pasas como un tanzano más. Y lo que nos sorprendió, salimos en hora.

El viaje era largo, había que cruzar la mitad del país, el paisaje fue monótono desde que salimos hasta que llegamos a Mwanza, una planicie seca, con acacias y algún baobab de vez en cuando con vacas escuálidas intentando comer algunas de las pocas hierbas que podría haber en ese paraje árido y seco; los tres juntos con las mochilas grandes en los pies y las pequeñas colocadas en el pequeño departamento encima de nuestras cabezas, esta vez el autobús paraba mucho menos y parecía que estaba más controlado el número de pasajeros, ahora sí, los olores y la incomodidad siempre estuvieron presentes, y el paisaje no ayudaba a que las horas pasasen rápido, en Manyoni, paramos a desayunar y a estirar un poco las piernas y en Nzega, algunos pasajeros se bajaron para coger otro autobús hacia Tabora, que desde Dodoma está sólo unida por la vetusta línea férrea.
Nuestra llegada a Mwanza sería sobre las 18.00 horas, nada más bajar los pesados taxistas atosigándonos para que nos subieramos en uno de ellos, los jóvenes que te intentan acompañar a un hotel para que le paguen la comisión y nosotros sin saber bien donde estábamos, la nueva estación de autobuses está a unos 7 km. del centro de Mwanza, por lo que le preguntamos a un grupo de americanas si podíamos ir andando, y nos dijeron que era mejor coger un dalla-dalla por 300 TSH (15 céntimos) que nos dejaría en el centro, así lo hicimos y en unos minutos ya teníamos hotel, por 15.000 TSH la habitación individual (7,5 euros), sin parar en la habitación nos fuimos a ver atardecer en el lago Victoria, pasamos por la abandonada estación de tren de Mwanza y la península de Capri Point, y ya estábamos en ese paisaje de rocas en equilibrio con el sol desapareciendo por el horizonte.


Regresamos al hotel, y cenamos en el restaurante de enfrente del hotel donde estabamos alojados, de triste recuerdo, por cierto, ya que la cena fue cara, 45.000 TSH los tres (22,5 euros) para lo que se paga en Tanzania y una sopa de cabra hizo que algunos de nosotros se acordara de ella durante nuestra estancia en Mwanza.
El 17 de julio no teníamos claro que actividades podíamos hacer, ni cuantos días pasaríamos en las orillas del Lago Victoria, por lo que durante la mañana fuimos a la oficina de turismo, a la terminal de ferris y al  mercado de pescado, acompañados de ese pájaro entre cigüeña y buitre, feo como nada que hayamos visto, los marabú, que entre esa cabeza rosa y con algo de pelo, sus enormes alas y ese color grisáceo, hace que las primeras veces que los ves pienses en cómo la naturaleza puede dar tanta belleza a algunos animales y tan poca a otros, al llegar al mercado de pescado y a los almacenes del puerto pesquero un olor insoportable hace que la curiosidad por ver la llegada de cayucos con ese pescado seco que se distribuye por todo el país sea más fuerte que la sensación maloliente, un paseo entre los pescadores, los sacos, las águilas pescadoras y algunos “bares” que fríen pescado ocuparon una parte de esa mañana, pasamos rápido por los almacenes y regresamos a la oficina de turismo de Mwanza, por cierto, la responsable fue bastante seca y nos sirvió de más bien poco.

Después fuimos a la terminal del barco Victoria, que va a Bukoba haciendo el trayecto de noche, sale a las 22.00 horas y llega al amanecer a los puertos, ya no había 1ª clase, unos camarotes donde pasar la noche, nos apetecía navegar por el Lago, pero no lo vimos claro y eso de pasar veinticuatro horas en un barco para sólo ver amanecer y no saber qué hacer con las mochilas nos hizo ver otras posibilidades, además no sabíamos si íbamos a regresar en autobús de nuevo por Arusha y cruzar por el Serengueti hasta Dar es Salaam o por el contrario, íbamos a coger un vuelo y ganar dos o tres días a nuestro viaje, en este momento no sabíamos si íbamos a ir Zanzíbar o por el contrario ir a las Kilwa y a la isla Mafia.
Fuimos a la agencia de Precision Air en Mwanza, y por unos 300.000 TSH (150 euros) podíamos volar a Stone Town en Zanzíbar, nos lo íbamos a pensar , ya que ganábamos un par de días y nos quitábamos las interminables horas de autobús por la planicie del centro y norte de Tanzania.

Era la hora de comer, y fue  la única vez que hemos comido a la italiana, unas pizzas en Kuleana Pizzería, por unos 8.000 TSH por pizza (4 euros) puedes degustar algo más que arroz y pollo, aunque en el lago Victoria se come el pez Tilapia, un enorme pescado a la brasa que nos cenamos la noche anterior, después de reponer fuerzas, un largo paseo por la península de Capri Point, un contraste que nos afecto a nuestro estado de ánimo, porque existen mansiones al estilo de cualquier urbanización de lujo europea y en ese ambiente de contraste, apareció un joven que nos ofreció visitar su poblado, bajando por un colina y oliendo a orines y sudor cómo pocas veces habíamos olido en el viaje, visitamos el poblado más pobre de todo el viaje, ese contraste de riqueza y pobreza extrema, te afecta, una cosa es verlo desde la lejanía y otra adentrarse en ella, cruzamos el poblado hasta una especie de playa donde algunos jóvenes se estaban bañando y de nuevo fuimos acompañados por ese chico que desprendía un hedor insoportable, al final,…bueno, no fue una gran idea darle propina, ya que nos boceó pidiéndonos 10 dólares, que no teníamos, le dimos 3.000 TSH (1,5 euros) y nos fuimos algo tristes y afectados por las emociones que habíamos sentido.


Nada más bajar, el Hotel Tilapia, el mejor alojamiento y restaurante de Mwanza, está reservada la admisión, pero al ser blancos no tienes ningún problema para entrar, la habitación está por unos 100 dólares y las vistas al Lago y a Mwanza son de las mejores que se tienen en toda la ciudad, nos tomamos unos refrescos y algunas botellas de agua mientras comentábamos lo que cada uno había sentido en nuestra visita a Capri Point, por sus dos caras, la opulencia y la mayor de las pobrezas.


Las vistas desde la terraza del Hotel Tilapia son relajantes y te llevan a otro mundo distinto al africano, estás en un local occidental con la manera de vivir africana enfrente, un contraste que te hace meditar sobre el mundo que hemos creado los humanos.


Un nuevo atardecer nos esperaba, el día había sido largo y algunos de nosotros no nos encontrabamos bien, algo de fiebre y las temidas diarreas hacían presencia entre nosotros, de nuevo nos fuimos a ver el atardecer al lado de la Bismarck Rock, esa roca que parece que se va a caer de un momento a otro, regresamos al hotel, Omar se quedó durmiendo y, Blas y Juan se fueron a cenar y tomar unas cervezas al Rock´n Roll y al Hotel Tilapia para despedir el día.

El 18 de julio amaneció para nosotros a las 7.00 ó 7.30 horas, un desayuno en el hotel y allí fue cuando decidimos nuestros próximos destinos, al final no podíamos hacer mucho en Mwanza, todos los transportes son lentos y con horarios pensados para los locales y no para los turistas, por lo que íbamos a comprar los billetes a Stone Town y poco más, algunos paseos por la zona de Temple Street, para ver las mezquitas y los templos hindúes, junto al mercado central e iríamos a comer a un restaurante regentado por mujeres nativas cuyos ingresos van destinados a pro derechos de la mujer, así que eso fue lo que hicimos, comprar los billetes, visitar el centro de Mwanza y un enorme paseo hasta encontrar el Kivulini kitchen, al final estaba en una carretera, pero dimos una enorme vuelta, aunque mereció la pena, un trato excelente y una comida típica y de calidad por menos de 5.000 TSH (2,5 euros) por persona.

Regresamos sobre nuestros pasos y sin darnos cuenta nos topamos con el hotel, creo que ha sido la única vez que nos echamos a la siesta o estuvimos un rato en el alojamiento por la tarde, nos duchamos y descansamos del largo paseo matutino, esa tarde teníamos pensado ir a la azotea del New Mwanza hotel y ver atardecer desde allí, una piscina en la azotea y unas cervezas frías hicieron de esa hora y media un buen rato.


Las vistas desde la azotea del hotel son las mejores de Mwanza, te permiten observar toda la ciudad en su plenitud y la península de Capri Point, por lo que sí se tiene tiempo merece la pena tomar algo allí y ver las vistas que te ofrecen las alturas de la azotea del hotel.


Cenamos en el restaurante de la esquina del Internet Café que encontramos en Mwanza y allí fue donde nos encontramos con el grupo de austriacos, que más tarde encontramos en la isla de Mafia, ellos venían del cráter del Ngorongoro y querían ir a Bukoba, una charla amena y nos despedimos en la rotonda entre Station Road y Kenyatta Road, ellos estaban cansados y nosotros queríamos pasar un rato tranquilo en la terraza del Hotel Tilapia, […] unas cervezas y unas risas antes de regresar a nuestro hotel, para al día siguiente comenzar nuestro otro viaje, las islas de Tanzania.

El 19 de julio, después de tres noches en Mwanza, íbamos a volar a Stone Town haciendo escala en Dar es Salaam, dos vuelos con Precision Air, el aeropuerto de Mwanza es modesto pero muy cómodo.
En el aeropuerto estaban estacionados los helicópteros de Naciones Unidas.
 Y sin darnos cuenta en un vuelo plácido a Dar es Salaam, contemplando el Kilimanjaro desde el aire y cruzando en dos horas lo que nos llevaría días en autobús, nosotros tres allí, en las alturas, esperando disfrutar de otras tres semanas muy distintas a las dos anteriores dentro del continente, las islas rodeadas en aguas turquesas, corales y bancos de arena blanca, que aparecen y desaparecen gracias a la subida y bajada de las mareas.

Al llegar a Dar es Salaam las islas paradisiacas del Índico nos hacían ver lo que nos esperaba en las próximas semanas, y después de coger un avión más pequeño desde Dar es Salaam a Stone Town llegábamos a la isla de Zanzíbar a las 16.30 de la tarde.