ISLA DE MAFIA

Quizás la única aventura real la vivimos en el recorrido hasta llegar a Kilindoni, la ciudad más importante de la isla de Mafia.
El 28 de julio comenzó muy temprano, a las 5.45 de la mañana comenzaba nuestro largo viaje por mar, tierra y demás hasta la isla de Mafia, lo primero era ir a la terminal de ferris de Stone Town y comprar los billetes a Dar es Salaam, los ferris que conectan la isla de Zanzíbar con Dar es Salaam son totalmente occidentales y en dos horas estás en Dar, pero compramos por 35 dólares 2ª clase, un calor y una humedad que a muchos de nosotros nos hicieron vomitar, llegamos a el puerto de Dar en la parte de atrás del ferri y tomando un poco el aire, además comenzó a llover por lo que nos pudimos despejar después del mal rato que pasamos: mareos, sudores y vómitos,…
Al llegar a Dar es Salaam por 15.000 TSH (7,5 euros) cogimos un taxi a la estación de Dallas-dalla que iban de Dar a Nyamisati, en ese momento no sabíamos si de verdad existían botes, barcos o cargueros que uniesen la isla de Mafia con el continente y si deberíamos bajar a las Kilwa si no podíamos llegar a Mafia en un día, tampoco sabíamos los horarios, así que nos arriesgamos a ir hacia el sur.

Después de 4 ó 5 horas en el dalla-dalla llegamos a Nyamisati sobre las 14.00 horas, un “puerto” que más que puerto eran unas escaleras sin más y cuatro botes de pescadores, algún dhow y algunos chamizos que hacían de restaurante, ya estamos cansados de todo el día..., pero allí salía un bote a las 15.00 horas para Kilindoni, compramos los billetes por 10.000 TSH (5 euros) para cubrir la distancia de 30 Km. que une esa zona de manglares y ese delta, con la pequeña isla de Mafia.

Una pareja de suizos y Johan, un sueco que luego nos acompaño al hotel y que compartimos habitación, éramos los únicos occidentales en aquel medio de transporte propio del siglo XIX, tomamos algo en uno de los chamizos, un poco arroz y algo de judías con un pescado de río, y nos subimos al bote, nos tuvimos que descalzar y subir por un tablón, aquello no parecía seguro, pero cuando ves a los locales subirse, piensas que lo tendrán controlado.
La salida desde Nyamisati es preciosa, un desembocadura entre manglares y a la hora llegas a mar abierto, son entre 4 ó 5 horas hasta Kilindoni, el día estaba algo nublado pero nunca piensas que se va a poner a llover o algo así, pero en mitad de la travesía, una pequeña tormenta nos hizo resguardarnos, nos subimos a un tronco y nos agarramos a un soporte, pasó rápido y anocheciendo llegamos a Kilindoni, pero el calado del barco no podía llegar hasta la playa.
De nuevo nos tuvimos que subir a una especie de cayuco para llegar a la playa, pero este tampoco podía llegar hasta al final, otro cambio a un pequeña embarcación a motor y por fin pisábamos tierra firme, una sensación de algas y cieno se sentía en los pies, pero estar ya en la isla era toda una tranquilidad.

Los tres junto con Johan queríamos pasar la noche en un alojamiento barato de la ciudad de Kilindoni, el New Lizu Hotel estaba en el centro y era el único alojamiento de toda la isla que disponía de conexión a internet, además de los Resort de lujo que sólo dejan que lo utilicen sus clientes, por lo que reservamos dos dobles y pasamos nuestra primera noche en la isla de Mafia.
A las 9.00 estábamos en la cama, un día agotador y que sin duda será recordado siempre por todos nosotros, aunque quedaba la vuelta, había que salir de nuevo de la isla una semana después en un bote que visto así da poca tranquilidad.

El 29 de julio, Johan se fue para la Bahía de Utende y la isla de Chole, nosotros nos quedamos una noche más en el New Lizu Hotel y paseamos por las magníficas playas de Kilindoni y sus manglares.
La mañana comenzó muy temprano a las 6.30 ya estábamos despiertos, unos escribiendo sus diarios y otros hablando de la aventura del día anterior, desayunamos en un restaurante llamado “Hakuna Matata”, es amplio y acogedor pero el servicio muy lento, se come mucho mejor en el restaurante de al lado de New Lizu Hotel, pero era el único sitio que servicia desayunos.
Al terminar de desayunar nos fuimos al puerto y pudimos comprobar cómo llegaban los pescadores de capturar la pesca durante la noche, mantas de pescado seco en la playa y unas enormes estructuras de pescado eran asados alrededor de unas hogueras en la playa, nosotros pasamos de lado observando esa manera tradicional de conservar el pescado y esa manera de vivir y de disfrutar de lo que la naturaleza les ofrece.
Las playas son paradisiacas, estábamos solos y anduvimos hasta donde nos permitió la mañana, cruzamos dos ríos que al estar la marea baja se podían caminar y nos bañamos en una zona de aguas cristalinas antes de llegar al tercer río. Unas fotos curiosas con la función panorámica y regresamos a Kilindoni.

Pero de regreso había o estaba subiendo la marea, los ríos no permitían ser cruzados caminando y una embarcación de pescadores locales nos tuvo que socorrer, sonreían al ver a tres zhungus en apuros, pero vinieron a por nosotros, en el segundo río nos tuvimos que mojar hasta el pecho, pero sí lo pudimos cruzar, otra anécdota….
Al llegar a Kilindoni, comimos en el restaurante de al lado de hotel y nos fuimos por la carretera del norte hacia el aeropuerto de Kilindoni, una pista de tierra y un chamizo de cemento y hojalata es la terminal del aeropuerto, nos sorprendimos de la precariedad de esa infraestructura básica para el desarrollo de una isla y hablamos con los responsables de Coastal Avition e intentamos  alquilar unas bicicletas, pero nos pedían muchos shillings.
Por lo que no bajamos por un palmeral al otro lado de la playa andando, llegamos a unas zona de manglares y sin darnos cuenta, uno de los atardeceres más bonitos de toda nuestra estancia en Tanzania.

Al anochecer la isla de Mafia no tiene luz eléctrica y los generadores se ponen en marcha, creo que volvimos a cenar al restaurante “Hakuna Matata” y en la plaza del pueblo quedamos con un chico que conducía un “Tichi Tichi” (Rickshaw, en inglés), ese triciclo motorizado, que nos debía llevar desde Kilindoni a Utende, unos 15 kilómetros en caminos rodeados de palmeras.

El 30 de julio de nuevo fuimos a desayunar al restaurante “Hakuna Matata”, y el chico del Rickshaw nos esperaba en la puerta del New Lizu Hotel, los tres en ese pequeño habitáculo que es rígido como un sable, teníamos que pagar los 20 dólares por acceder al P. N. de la Bahía de Utende y la isla de Chole, y ya sabíamos que había un hotel que se podía dormir por 50 dólares los tres, 30 dólares la habitación doble y 20 dólares la individual, el camino es agradable y se hace muy ameno, al llegar a la puerta, pagamos y enseguida estábamos en el Hotel Beach House, que estaba todavía en construcción, una colina con vistas al manglar, colindante al KinasiLodge, el mejor alojamiento de la bahía y un poco más lejos el Pole Pole Bungalow Resort, nada más coger las bandas donde íbamos a pasar las dos próximas noches, un paseo para reservar Omar las inmersiones en el Big Blue Diving Center y a mediodía ya estábamos asentados en la bahía más bonita que hemos visitado en todas las islas del Índico.
Dimos un paso por Utende y regresamos al hotel a comer, nos prepararon un arroz, ensalada y un pulpo con un zumo de mango, algunos de nosotros estábamos un poco cansados, un nuevo paseo por los manglares y llegamos hasta el Big Blue Hotel, donde estaban alojados el grupo de austriacos y Johan, nos tomamos una cerveza con ellos y quedamos con Mathias, el italiano que regenta la escuela de submarinismo para hacer al día siguiente una excursión para hacer snorkeling y visitar uno de esos bancos de arena que desaparecen y aparecen gracias a la marea, ellos cenaban allí y nosotros nos fuimos a buscar algo dentro del poblado.
Esas cosas que nos han sucedido en este maravillo país, llegamos a una casa y de repente llamaron a una mujer que apareció con un carro y algunas perolas de comida, enseguida nos prepararon un plato de arroz, unas judías y un pescado, con un vaso de leche por 5.000 TSH (2,5 euros) y nos fuimos a dormir, sin que antes el perro de nuestro hotel nos diera un susto, Omar reía y Blas y Juan intentaban esquivar al “maldito” perro.
El 31 de julio fue uno de esos días increíbles, a las 8.00 nos levantamos para irnos al Big Blue a hacer la excursión programada, a las 9.00 debíamos estar allí, pagar los 25 dólares de la actividad y pasar la mañana por esas aguas cristalinas, un par de horas buceando y luego terminar en ese banco de arena que sería cubierto por la marea sobre las 14.00 horas.
Nos subimos en el dhows, los austriacos, Johan y los españoles, un paseo increíble y en mitad surgió un problema, los austriacos querían ir primero a la playa y nosotros a hacer snorkeling cuando la marea estuviese baja al igual que Johan, los responsables nos aconsejaron que era mejor hacer snorkel con la marea baja, ya que así a 2 ó 3 metros podríamos ver los colares y ese “enjambre” de peces que inundan esas barreras coralinas, al final así lo hicimos.
Para Blas y Juan era la primera vez que hacían snorkeling, las primera impresión es impactante, cientos de peces de todos los colores y tamaños rodeándote, aunque al final nos mareamos un poco, demasiado vaivén y las corrientes te manejan como un papel es manejado por el viento, pero casi todos acabamos cansados a la hora y media de estar allí, nos subimos al dhows y nos dispusimos a visitar la playa en mitad del Índico , al llegar una enorme playa blanca y el agua a lo lejos nos dieron la bienvenida, dimos un paseo hasta el final y poco a poco iba subiendo la marea, nos prepararon una sombrilla y una nevera con refrescos y cervezas frías, y después de disfrutar de una de ellas, todos jugamos al frisbee, supongo que para limar un poco las asperezas que se habían generado al decidir el orden de la actividad, un buen rato hasta que pasadas unas horas la playa desapareció debajo de nuestros pies. Regresamos a la bahía de Utende, pero antes el dhows paró en mitad del mar, un baño y algunos saltos desde el casco del dhow y unas risas hicieron de esta mañana un momento inolvidable.
Llegamos a Utende y cada uno regresamos a nuestros hoteles, una ducha y nosotros nos fuimos al poblado de Utende, una comida en un “restaurante” local y Omar regreso a descansar al Beach house, mientras Blas y Juan estuvieron paseando por Utende, tomándose un té en la casa de un anciano que preparaba algunos dulces y té, donde nos encontramos a una pareja de catalanes que se asombraron que estuviésemos allí, tomando algo dentro de un casa del poblado mientras ellos pasaban de lejos por la carretera que une la playa con Utende.
Para la cena habíamos quedado con los austriacos para ir a la casa de Angelina, una trabajadora del Blue Big Diving Center, que nos iba a preparar una cena en su casa, una gran cena por cierto, con pulpo, ensaladas, judías, arroz y zumo de papaya, nos despedimos y regresamos al hotel, Omar tenía que descansar, ya que iba a bucear al día siguiente, mientras que Blas y Juan se iban a pasear por el Kinasi Hotel, un lugar encantador para tomar una cerveza al final del día.
El 1 de agosto, comenzaba para Omar muy temprano a las 7.15 horas y para Blas y Juan a las 8.15 horas, Omar se iba a bucear y Blas y Juan se dieron un enorme paseo por la parte norte de la Bahía de Utende.


Antes habíamos contratado la comida en un pequeño restaurante al lado del Big Blue, algún pescado y algo de pulpo con arroz, a las 13.00 horas estábamos todos juntos sentados debajo de un pequeño árbol y algo cansados, Omar por sus dos inmersiones y Blas y Juan por el largo paseo por los manglares, no sabíamos que hacer por la tarde, pero al final decidimos ir a la isla de Chole.
Después de regresar al Beach Hotel, salimos para Utende, donde los austriacos llevaban esperando 2 horas a que llegara el dalla-dalla, en ese justo momento salía el bote que une Utende con la isla de Chole, donde residen esos enormes murciélagos frutícolas, que nos dijeron que reciben el nombre en inglés de foxflier (zorros voladores).
Una travesía de unos 15 minutos y llegas a la isla de Chole, se paga 5 dólares y la visitas con tranquilidad, viendo a esos enormes murciélagos colgados de los árboles, las chozas están diseminadas por todas partes y es fácil desorientarse por la isla, también vimos cómo se hacen los dhows y llegamos al extremo más occidental de la isla, a las 18.00 salía el último bote a Utende.

Así que un nuevo paseo y entre tanto nos encontramos a muchos niños que nos saludaban y nos seguían, alguno de ellos había despellejado a uno de esos murciélagos, y sin darnos cuenta ya estábamos otra vez en el embarcadero, una tarde tranquila pero muy amena.


Habíamos quedado con Angelina de nuevo para cenar en su casa, por lo que nos duchamos en el hotel y nos fuimos a la casa de esta mujer sonriente y agradecida por elegir su casa para cenar en  nuestra última noche en Utende y, para despedirnos nos fuimos al Kinasi Hotel a tomar una cerveza en esa magnífico salón y esa iluminación que te relaja antes de irte a dormir.
El 2 de agosto regresábamos a Kilindoni, llamamos al mismo chico que nos trajo tres días antes, llegó vestido de chulapo madrileño, nos hizo mucha gracia, muy elegante, quizás porque comenzaba el ramadán y de nuevo en el New Lizu Hotel, una noche más antes de volver a sufrir la aventura de meterte en un bote de regreso a Nyamisati.
Reservamos los billetes para las 7.00 de la mañana del día siguiente, el Orion Star, un cayuco un poco reforzado que nos regresaría al continente, pero nosotros teníamos un día más en Kilindoni, en el restaurante cercano a New Lizu Hotel tomamos algo y el ramadán se notaba, y por la tarde alquilamos tres bicicletas en un estado lamentable, sin frenos, las ruedas descentradas y demás, Omar Y Blas iban sin miedo y Juan, se enfadó un poco al meternos por caminos arenosos que obligaban a desmontarse con cierta frecuencia.


Pero al final resultó un paseo de los más atractivo, un chico local nos llevó a un poblado de pescadores al norte y de ahí salía un camino que nos llevó a un plantación de cocos y mangos, donde un mirador que hacía las veces de lugar de pujas nos ofreció un nuevo atardecer.

Regresamos a Kilindoni, antes nos tomamos un coco y algún dulce en una cabaña que encontramos por el camino, lo compartimos con algunos niños locales y después de una ducha, cenamos en otro de los chamizos que había cerca de la plaza central de Kilindoni, un caldo de pollo picante como una guindilla, unas tortillas, algo de ternera y unos refrescos mientras hablábamos del Orion Star y el regreso a Nyamisati.
El 3 de agosto llegó muy temprano, a las 6.30 estábamos preparados para vivir la travesía de cinco horas por el Índico y ya habíamos decidido dormir cerca de Dar es Salaam en las playas del sur, en Mjimwema, si podíamos.
Al llegar al puerto nos subimos en un cayuco que te lleva al bote un poco más grande, casi dos horas para que todo el pasaje este amontonado en la cubierta del bote y cinco horas en múltiples posiciones, ves a los niños y sus madres durmiendo, algunos hombres hablando en la proa del bote y los responsables del bote, enfriando los motores alternando los dos que disponía el bote, esperas que aquello no se hunda y llegues sano y salvo a tu destino.
A las13.00 horas llegábamos a Nyamisati, algo de fruta y al dalla-dalla, íbamos a Kongowe, el cruce de caminos a las playas de sur en Mjimwema, sobre las 15.00 horas estábamos allí, en esa carretera repleta de vida, por 1.000 TSH (50 céntimos) comimos y nos dispusimos a irnos al hotel que habíamos seleccionado, el Sunrise Beach Hotel, dos cabañas al lado del mar por 50 dólares la noche.

Un baño y un largo paseo por la playa, una charla en la terraza pegada al mar y una cena occidental en el restaurante junto a grupos de boys scouts que estaban por allí.
El 4 de agosto, nos fuimos a Dar es Salaam, en un dalla-dalla por 300 TSH (15 céntimos) a la terminal de ferris y por 1.000 TSH (50 céntimos) estas en el puerto de Dar es Salaam, algunas compras y reservamos para el 5 de agosto en el Jambo Inn de Dar, por la tarde regresamos a las playas de sur, el cielo estaba encapotado, parecía que Tanzania ya nos quería despedir.
Y el 5 de agosto, pasamos el día en Dar, una mañana lluviosa y gris nos daba el adiós después de 35 días intensos y apasionantes, con cientos de vivencias, sensaciones y momentos que quedarán en nuestra memoria por muchos años.
El 6 de agosto, salíamos de Dar a las 2.00 de la mañana, esa mañana se hizo larga, fue lluviosa y hasta las 19.00 horas no nos íbamos a ir al aeropuerto, las últimas compras y a medio día del 5 de agosto nos despedíamos de Tanzania desde la azotea del Kilimanjaro Hotel de Dar.
En el aeropuerto nos volvimos a ver con Ricard, ese payés que nos amenizó esas horas hablando de viajes, de agricultura y de la vida en España, hasta El Cairo viajábamos juntos.
Allí una escala a Madrid, y a las 15.00 en Barajas, el metro hasta Méndez Álvaro y a las 18.00 horas el autobús a Manzanares, sin darnos cuenta, todo había terminado.