Quizás sean algunas de las fotografías que más impactan, pero a la vez son esos momentos que uno espera cuando acaba el día y que te hacen estar en paz con uno mismo, el atardecer tiene ese mismo efecto que cuando se ve un fuego o una cascada de agua, el ser humano se emboba con esa pérdida de luz súbita e instantánea y más en un país en el ecuador, donde el descenso del astro Sol es rápido y fugaz.
Durante nuestra estancia en Tanzania, hemos disfrutado de muchos atardeceres, siempre los tres juntos y dándonos unos minutos para estar tranquilos después de un día de duro viaje por caminos africanos, o después de un safari o de nuestra llegada a una isla después de utilizar algún medio de transporte tanzano, o en zonas de playa, como el punto final a un día de largos paseos por la arena blanca.
Nuestro primer atardecer fue al llegar al río Rufiji, sin esperarlo estábamos en un banco de arena, al lado de un grupo de hipopótamos y algún turista más, allí los tres, nunca hubiéramos sido conscientes que el Sol pudiera bajar tan rápido, en segundos se perdió en el horizonte y nosotros volvimos navegando por el río Rufiji a Mkola.
El segundo atardecer que tuvimos la oportunidad de disfrutar fue cuando visitamos Coto Selous, una tarde donde nos perdimos buscando animales, pero que nos despidió con dos imágenes inolvidables, los jóvenes cachorros de león en la copa de un árbol y ese atardecer africano en Coto Selous.
En nuestra primera estancia en solitario, en Mikumi, al subir una colina pudimos disfrutar de otro atardecer, a lo lejos el P.N. de Mikumi, al otro lado los Montes de Udzungwa y en medio el Sol cayendo al final del día.
Hasta llegar a Mwanza, a las orillas del lago Victoria, no pudimos de nuevo sentarnos al final del día a contemplar el atardecer, junto a esas piedras que parecen que se van a caer de un momento a otro y con el repelente antimosquitos, para no tener que lamentar tanta belleza al día siguiente, pero solamente ver concluir el día de esta manera hace que el viaje haya merecido la pena.
Si darnos cuenta, volamos desde el lago Victoria a la isla de Zanzíbar, en Stone Town y nada más llegar, los dhows y el Sol nos dieron la bienvenida, Omar con un baño y nosotros con algunas fotos y un momento de tranquilidad, después de un agotador viaje en avión con escala en Dar es Salaam.
Hasta llegar a la playa de Kendwa en Zanzíbar no volvimos a ver un atardecer, ya que en la playa de Paje, amanecía, pero esos días siempre estuvo cubierto, algunos de nosotros nos permitimos el lujo de tener en nuestras manos al astro Sol.
Además de todos estos momentos al final del día siempre había alguna sorpresa más en Kendwa, de regreso al hotel pudimos presenciar como los perscadores secan sus precarias embarcaciones al fuego de las llamas.
Y el último atardecer que presenciamos los tres fue en Kilindoni, en la isla de Mafia, un escenario entre manglares, donde nos sentamos entre barcas tradicionales y manglares que hicieron de ese día, un final distinto.
También hubo amaneceres, pero fue Omar el que tuvo las fuerzas para levantarse, en la playa de Paje, Omar se despertó con esta imagen, un buen comienzo del día.