Antes de salir hacia Dar es Salaam, no sabíamos bien cuáles iban a ser las infraestructuras que nos íbamos a encontrar en un país del África negra, el tipo de moneda y cambios que nos iban a ofrecer allí, o si habría cajeros para conseguir dinero allá por donde fuéramos.
En principio íbamos a llevar euros y dólares, los primeros para cambiarlos en cualquier oficina de cambio de Dar es Salaam, donde se encuentran los mejores cambios y los dólares para pagar la entrada a los parques y contratar la primera semana un safari, económico, ya que los que se encuentran por empresas españolas o empresas afincadas en Tanzania, son prohibitivos si los contratas desde aquí.
Al final los tres hicimos cosas distintas, Omar se llevó euros y dólares, Blas sólo euros y Juan sólo dólares por una cantidad de 1000 euros, al final utilizamos todos los tipos de medios para conseguir dinero, en cajeros, en oficinas de cambios y en Western Union, al final en cualquier ciudad importante encuentras los tres medios para conseguir dinero, eso sí, si no has olvidado las tarjetas de crédito o llevas efectivo para todo el mes. Una vez allí te das cuenta que lo más rentable es pagar en shillings, 1 euro sobre unos 2.100 shillings, aunque llegamos a cambiar a 2310 en Dar, en cajeros y Western te dan peor cambio.
También dudábamos los medios de transporte, las carreteras, los trenes o qué era eso de los dala-dalas, que al final son microbuses, atestados de gente y en donde se comparte asiento con cualquier tipo de animal, con cualquier objeto o donde cabe una persona mal, al final van cinco hacinadas como en una lata de sardinas, toda una experiencia si se viaja a Tanzania. Los medios de transporte funcionan, cada autobús, dala-dala o barco es una empresa en sí misma, los horarios son aproximados en las distancias cortas, y en las largas muchas veces hay que esperar a que se llenen para salir, con miles de paradas en la carretera para recoger y dejar en los poblados a la gente que sube y baja constantemente, incluido los masáis, que con su olor a ganado le dan un toque especial al viaje, pero al final todo funciona, no se espera casi nada y las horas, que son muchas por carretera se hacen entretenidas por todo lo que se ve y se huele, ahora al llegar a Mwanza, decidimos coger el avión.
Las carreteras, en su mayoría son de arena y polvo y las que están asfaltadas son un río de personas y animales de aquí para allá, los adelantamientos son una temeridad y de vez en cuando se ve un accidente, pero también consigues acostumbrarte a ver una bici con 200 gallinas en el transportín, una furgoneta con 20 personas en el “pick up” o cualquier otra cosa que te puedas imaginar.
En definitiva, el viaje comenzó reuniéndonos en la estación de autobuses de Manzanares, Omar venía de Valdepeñas y Blas de Membrilla, los tres camino para Madrid intentando encontrar un buen cambio de euros a dólares, esperando que estos 35 días fueran una gran experiencia, al final cambiamos en Barajas.